La creación de un estándares Web
requiere un proceso controlado, que consta de varias etapas que aseguran
la calidad de la especificación. Este proceso permite la intervención de todos
los usuarios de las tecnologías, con el objetivo de que puedan aportar su
conocimiento y opiniones para la mejora de los documentos.
Tras este proceso, elaborado por especialistas en la materia, se
obtienen unos estándares de calidad, y al estar disponible para todo el mundo,
las especificaciones se depuran exhaustivamente antes de ser consideradas como
Recomendación.
Estos estándares están sujetos a la política de patentes del W3C, lo que permite que sean utilizados libremente por toda la comunidad Web. Al utilizar las mismas tecnologías, las máquinas se entienden entre sí y cualquier usuario puede interactuar con el resto.
Para ayudar a los desarrolladores que deseen utilizar sus Recomendaciones, el
W3C ofrece una serie de
herramientas que permiten verificar si se hace una correcta aplicación de las
especificaciones. Manuales de directivas o buenas prácticas de tecnologías
concretas, y los validadores sintácticos de los lenguajes, son ejemplos de
estas ayudas.